Faros y mar
Un rincón dedicado a los faros
domingo, 31 de octubre de 2010
Faro Vilán
El Cabo Villano (Cabo Vilán en gallego) se encuentra en el municipio de Camariñas (A Coruña). Su faro ilumina uno de los tramos más peligrosos de esta costa y a la vez, seguramente, el más hermoso. En estas aguas se han producido numerosos naufragios, siendo especialmente recordado el del navío inglés Serpent, (1890) donde murieron 172 hombres (fueron enterrados por los vecinos en un pequeño cementerio, cerca del faro, y desde entonces, hasta hace pocos años, cada año un barco de la armada inglesa se situaba frente a la costa y lanzaba salvas en su memoria)
El faro Villano se encendió por primera vez en julio de 1854, emitiendo una luz blanca, fija, que alcanzaba 10 millas. Estaba situado sobre una torre octagonal que apenas se elevaba 7 metros, por lo su luz no conseguía iluminar en plenitud. Se usó dinamita para volar algunas rocas que impedían el paso de la luz pero ni aún así se consiguió evitar las zonas ciegas. En 1877 se eleva tres metros la lámpara y se le da destellos rojos. Pero los problemas siguen y se decide construir otro faro.
En 1896 se encendió por primera vez el faro actual, siendo entonces el primer faro eléctrico de España. En sus inicios la luz se producía por medio de un arco eléctrico entre dos electrodos de carbón. La óptica giratoria ofrecía una apariencia de grupos de dos destellos cada 20 segundos. En 1924 la lámpara fue sustituida por una de incandescencia. En 1922 se instaló el primer radiofaro. En 1962 empezaron los trabajos de instalación de la sirena y de una nueva óptica y linterna aeromarítima que son las que actualmente dan servicio.
La torre se sitúa a 100,55 metros sobre el nivel del mar y el foco a 22.55 metros sobre el terreno. Dado el poco espacio se construyó una explanada separada de la torre para dar cabida a la vivienda y la sala de maquinas. El paso entre el faro y la explanada se hace a través de un túnel cubierto que consta de 120 peldaños.
Actualmente el edificio anexo al faro alberga vivienda (del matrimonio de fareros Antonio Jesús y María Cristina, que cuidan el faro) y un museo donde podemos admirar antiguas ópticas, sirenas, y demás objetos relacionados con el faro.
Características generales
Alcance en millas: 27
Características de la luz: GpD(2)B (Dos destellos blancos)
Período: 0.5+<3.5>+0.5+<10.5>=15
Construcción
Forma de la torre: poligonal
Altura: 22.55 metros
Material: piedra
Datos generales
Museo: Sí
Habitado: Sí
Abierto al público: Parcialmente
Fotos: Olga y Mayte Datos: Puertos del Estado, Ministerio de Fomento
jueves, 22 de julio de 2010
Faro
¿De dónde proviene la palabra "faro"?
La mayoría de entendidos comparte la opinión de que su origen está en la isla Pharos, al oeste de la desembocadura del río Nilo, frente a la antigua ciudad de Alejandría, donde se erigió el famoso Faro de Alejandría, cuya historia contaremos en otra ocasión...
La mayoría de entendidos comparte la opinión de que su origen está en la isla Pharos, al oeste de la desembocadura del río Nilo, frente a la antigua ciudad de Alejandría, donde se erigió el famoso Faro de Alejandría, cuya historia contaremos en otra ocasión...
Poema: El faro (Autor: Luis Angel Casas)
En medio del mar era un faro: un faro en la roca desierta;
y dentro del faro otro faro: mi triste pupila despierta.
El viento nocturno invocaba las cosas que nadie conoce.
El viejo reloj en el faro sombrío marcaba las doce.
Las olas medían el faro con vara de saltos violentos:
-las olas, que nunca han medido la hondura de mis sentimientos.
Y yo, con la pluma en la mano, sentado a mi negro pupitre,
quería captar el mensaje cifrado en espuma y salitre.
De pronto escuché la sirena profunda y serena de un barco.
Quedé pensativo un momento; mis nervios, cual flecha en el arco.
¡Yo bien conocía el lamento por nadie jamás percibido!
¡Gemido que hablaba de muerte, de amor, de dolor y de olvido!
Entonces, cerrando los ojos, sentí como etéreo contacto;
y abriéndolos luego, me dije: “Aquí todo encuéntrese intacto,
igual que cuando ella vivía”. Y esclavo de cruel espejismo,
me dije también: “¡Todo intacto, mi amor, pues mi amor es el mismo!
Después, recordando la fecha, fatídica y fúnebre fecha,
me puse a entonar, por el faro, febril y fantástica endecha:
“Hoy hace siete años, mi amada, pues hoy como ayer me lo advierte
la triste y serena sirena del barco invisible: la muerte.”
Busqué, ya en silencio, tu imagen: ¡no vi tu retrato en el marco!
Mi rostro busqué en el espejo… ¡y allí reflejábase el barco!
El barco tenía siniestras banderas que fueron mortajas.
¡Oh noche en que por vez primera vi el barco invisible en que viajas!
El barco pasó frente al faro. Lo vi detenerse allí enfrente.
Lo vi, mas no ya en el espejo, ni en sueños que forja la mente.
Lo vio mi pupila de faro: mi triste pupila despierta.
Y frente por frente quedaron el barco y la roca desierta.
Un coro surgió de ese barco. ¡Oh mística música en calma!
Y yo entre las voces del buque buscaba la voz de tu alma.
No sé cuánto tiempo, o si el Tiempo también o tampoco existía.
Mas yo te esperaba, lo mismo que los moribundos el Día.
Y en vano mi vieja ventana se abría en el viento por verte.
El viento tenía la misma figura inmortal de la Muerte.
El viento nocturno, que hablaba de cosas que nadie conoce.
¡Y el viejo reloj en el faro seguía marcando las doce!
¡Ah, cómo llegar hasta el buque…yo, solo, en la roca desierta!
¡Ah, cómo llegar si se había parado la Hora en mi puerta!
¡Y tú, de azucenas y lirios vestida en el fúnebre barco!
¡Y yo, ya sin rostro ni espejo, aquí, junto al hueco de un marco!
Aquí, siempre aquí…¡ya por siempre! Y tú siempre allá, sin que un roce
de besos y alas nos junte. El viejo reloj da las doce.
El buque encalló frente al faro… y el Faro soy yo, Faro infausto
en donde hoy arrastra cadenas de penas mi espíritu exhausto.
Y el mar da con furia en el Faro. No fulge en mi fiebre la aurora.
Oyéndose sigue la aciaga serena sirena sonora.
En medio del mar sigue el Faro – el Faro en la Roca Desierta-,
y aún sigue girando en el Faro mi triste pupila ya muerta
y dentro del faro otro faro: mi triste pupila despierta.
El viento nocturno invocaba las cosas que nadie conoce.
El viejo reloj en el faro sombrío marcaba las doce.
Las olas medían el faro con vara de saltos violentos:
-las olas, que nunca han medido la hondura de mis sentimientos.
Y yo, con la pluma en la mano, sentado a mi negro pupitre,
quería captar el mensaje cifrado en espuma y salitre.
De pronto escuché la sirena profunda y serena de un barco.
Quedé pensativo un momento; mis nervios, cual flecha en el arco.
¡Yo bien conocía el lamento por nadie jamás percibido!
¡Gemido que hablaba de muerte, de amor, de dolor y de olvido!
Entonces, cerrando los ojos, sentí como etéreo contacto;
y abriéndolos luego, me dije: “Aquí todo encuéntrese intacto,
igual que cuando ella vivía”. Y esclavo de cruel espejismo,
me dije también: “¡Todo intacto, mi amor, pues mi amor es el mismo!
Después, recordando la fecha, fatídica y fúnebre fecha,
me puse a entonar, por el faro, febril y fantástica endecha:
“Hoy hace siete años, mi amada, pues hoy como ayer me lo advierte
la triste y serena sirena del barco invisible: la muerte.”
Busqué, ya en silencio, tu imagen: ¡no vi tu retrato en el marco!
Mi rostro busqué en el espejo… ¡y allí reflejábase el barco!
El barco tenía siniestras banderas que fueron mortajas.
¡Oh noche en que por vez primera vi el barco invisible en que viajas!
El barco pasó frente al faro. Lo vi detenerse allí enfrente.
Lo vi, mas no ya en el espejo, ni en sueños que forja la mente.
Lo vio mi pupila de faro: mi triste pupila despierta.
Y frente por frente quedaron el barco y la roca desierta.
Un coro surgió de ese barco. ¡Oh mística música en calma!
Y yo entre las voces del buque buscaba la voz de tu alma.
No sé cuánto tiempo, o si el Tiempo también o tampoco existía.
Mas yo te esperaba, lo mismo que los moribundos el Día.
Y en vano mi vieja ventana se abría en el viento por verte.
El viento tenía la misma figura inmortal de la Muerte.
El viento nocturno, que hablaba de cosas que nadie conoce.
¡Y el viejo reloj en el faro seguía marcando las doce!
¡Ah, cómo llegar hasta el buque…yo, solo, en la roca desierta!
¡Ah, cómo llegar si se había parado la Hora en mi puerta!
¡Y tú, de azucenas y lirios vestida en el fúnebre barco!
¡Y yo, ya sin rostro ni espejo, aquí, junto al hueco de un marco!
Aquí, siempre aquí…¡ya por siempre! Y tú siempre allá, sin que un roce
de besos y alas nos junte. El viejo reloj da las doce.
El buque encalló frente al faro… y el Faro soy yo, Faro infausto
en donde hoy arrastra cadenas de penas mi espíritu exhausto.
Y el mar da con furia en el Faro. No fulge en mi fiebre la aurora.
Oyéndose sigue la aciaga serena sirena sonora.
En medio del mar sigue el Faro – el Faro en la Roca Desierta-,
y aún sigue girando en el Faro mi triste pupila ya muerta
Poema: Faro de Malta - Autor: Ángel María de Saavedra (Duque de Rivas)
Envuelve al mundo extenso triste noche;
ronco huracán y borrascosas nubes
confunden, y tinieblas impalpables,
el cielo, el mar, la tierra:
y tú invisible, te alzas, en tu frente
ostentando de fuego una corona,
cual rey del caos, que refleja y arde
con luz de paz y vida.
En vano, ronco, el mar alza sus montes
y revienta a tus pies, do, rebramante,
creciendo en blanca espuma, esconde y borra
el abrigo del puerto:
tú, con lengua de fuego, «Aquí está.., dices,
sin voz hablando al tímido piloto,
que como a numen bienhechor te adora
y en ti los ojos clava.
Tiende, apacible noche, el manto rico,
que céfiro amoroso desenrolla;
recamado de estrellas y luceros,
por él rueda la luna;
y entonces tú, de niebla vaporosa
vestido, dejas ver en formas vagas
tu cuerpo colosal, y tu diadema
arde al par de los astros.
Duerme tranquilo el mar; pérfido, esconde
rocas aleves, áridos escollos;
falsos señuelos son; lejanas cumbres
engañan a las naves.
Mas tú, cuyo esplendor todo lo ofusca,
tú, cuya inmoble posición indica
el trono de un monarca, eres su norte;
les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha,
en medio del furor de las pasiones;
o de aleves halagos de fortuna,
a los ojos del alma.
Desque refugio de la airada suerte,
en esta escasa tierra que presides,
y grato albergue, el Cielo bondadoso
me concedió, propicio;
ni una vez sola a mis pesares busco
dulce olvido, del sueño entre los brazos,
sin saludarte, y sin tomar los ojos
a tu espléndida frente.
¡Cuántos, ay, desde el seno de los mares
al par los tomarán!... Tras larga ausencia,
unos, que vuelven a su patria amada,
a sus hijos y esposa.
Otros, prófugos, pobres, perseguidos,
que asilo buscan, cual busqué, lejano,
y a quienes que lo hallaron tu luz dice,
hospitalaria estrella.
Arde, y sirve de norte a los bajeles
que de mi patria, aunque de tarde en tarde,
me traen nuevas amargas y renglones
con lágrimas escritos.
Cuando la vez primera deslumbraste
mis afligidos ojos, ¡cuál mi pecho,
destrozado y hundido en amargura.
palpitó venturoso!
Del Lacio, moribundo, las riberas
huyendo, inhospitables, contrastado
del viento y mar entre ásperos bajíos.
vi tu lumbre divina:
viéronla como yo los marineros,
y, olvidando los votos y plegarias
que en las sordas tinieblas se perdían.
«¡Malta, Malta!». gritaron;
y fuiste a nuestros ojos aureola
que orna la frente de la santa imagen
en quien busca afanoso peregrino
la salud y el consuelo.
Jamás te olvidaré, jamás... Tan sólo
trocara tu esplendor. sin olvidarlo,
rey de la noche, y de tu excelsa cumbre
la benéfica llama,
por la llama y los fúlgidos destellos
que lanza. reflejando al sol naciente,
el arcángel dorado que corona
de Córdoba la torre
ronco huracán y borrascosas nubes
confunden, y tinieblas impalpables,
el cielo, el mar, la tierra:
y tú invisible, te alzas, en tu frente
ostentando de fuego una corona,
cual rey del caos, que refleja y arde
con luz de paz y vida.
En vano, ronco, el mar alza sus montes
y revienta a tus pies, do, rebramante,
creciendo en blanca espuma, esconde y borra
el abrigo del puerto:
tú, con lengua de fuego, «Aquí está.., dices,
sin voz hablando al tímido piloto,
que como a numen bienhechor te adora
y en ti los ojos clava.
Tiende, apacible noche, el manto rico,
que céfiro amoroso desenrolla;
recamado de estrellas y luceros,
por él rueda la luna;
y entonces tú, de niebla vaporosa
vestido, dejas ver en formas vagas
tu cuerpo colosal, y tu diadema
arde al par de los astros.
Duerme tranquilo el mar; pérfido, esconde
rocas aleves, áridos escollos;
falsos señuelos son; lejanas cumbres
engañan a las naves.
Mas tú, cuyo esplendor todo lo ofusca,
tú, cuya inmoble posición indica
el trono de un monarca, eres su norte;
les adviertes su engaño.
Así de la razón arde la antorcha,
en medio del furor de las pasiones;
o de aleves halagos de fortuna,
a los ojos del alma.
Desque refugio de la airada suerte,
en esta escasa tierra que presides,
y grato albergue, el Cielo bondadoso
me concedió, propicio;
ni una vez sola a mis pesares busco
dulce olvido, del sueño entre los brazos,
sin saludarte, y sin tomar los ojos
a tu espléndida frente.
¡Cuántos, ay, desde el seno de los mares
al par los tomarán!... Tras larga ausencia,
unos, que vuelven a su patria amada,
a sus hijos y esposa.
Otros, prófugos, pobres, perseguidos,
que asilo buscan, cual busqué, lejano,
y a quienes que lo hallaron tu luz dice,
hospitalaria estrella.
Arde, y sirve de norte a los bajeles
que de mi patria, aunque de tarde en tarde,
me traen nuevas amargas y renglones
con lágrimas escritos.
Cuando la vez primera deslumbraste
mis afligidos ojos, ¡cuál mi pecho,
destrozado y hundido en amargura.
palpitó venturoso!
Del Lacio, moribundo, las riberas
huyendo, inhospitables, contrastado
del viento y mar entre ásperos bajíos.
vi tu lumbre divina:
viéronla como yo los marineros,
y, olvidando los votos y plegarias
que en las sordas tinieblas se perdían.
«¡Malta, Malta!». gritaron;
y fuiste a nuestros ojos aureola
que orna la frente de la santa imagen
en quien busca afanoso peregrino
la salud y el consuelo.
Jamás te olvidaré, jamás... Tan sólo
trocara tu esplendor. sin olvidarlo,
rey de la noche, y de tu excelsa cumbre
la benéfica llama,
por la llama y los fúlgidos destellos
que lanza. reflejando al sol naciente,
el arcángel dorado que corona
de Córdoba la torre
miércoles, 21 de julio de 2010
El faro (Mario Benedetti)
A aquel faro le gustaba su tarea, no sólo porque le permitía ayudar, merced a su sencillo e imprescindible foco, a veleros, yates y remolcadores hasta que se perdían en algún recodo del horizonte, sino también porque le dejaba entrever, con astuta intermitencia, a ciertas parejitas que hacían y deshacían el amor en el discreto refugio de algún auto estacionado más allá de las rocas.
Aquel faro era incurablemente optimista y no estaba dispuesto a cambiar por ningún otro su alegre oficio de iluminador. Se imaginaba que la noche no podía ser noche sin su luz, creía que ésta era la única estrella a flor de tierra pero sobre todo a flor de agua, y hasta se hacía la ilusión de que su clásica intermitencia era el equivalente de una risa saludable y candorosa.
Así hasta que en una ocasión aciaga se quedó sin luz. Vaya a saber por qué sinrazón mecánica el mecanismo autónomo falló y la noche puso toda su oscuridad a disposición del encrespado mar. Para peor de los males se desató una tormenta con relámpagos, truenos y toda la compañía. El faro no pudo conciliar el sueño. La espesa oscuridad siempre le provocaba insomnio, además de náuseas.
Sólo cuando al alba el otro faro, también llamado sol, fue encendiendo de a poco la ribera y el oleaje, el faro del cuento tuvo noción de la tragedia. Ahí nomás, a pocas millas de su torre grisácea, se veía un velero semihundido. Por supuesto pensó en la gente, en los posibles náufragos, pero sobre todo pensó en el velero, ya que siempre se había sentido más ligado a los barcos que a los barqueros. Sintió que su reacio corazón se estremecía y ya no pudo más. Cerró su ojo de modesto cíclope y lloró dos o tres lágrimas de piedra
Aquel faro era incurablemente optimista y no estaba dispuesto a cambiar por ningún otro su alegre oficio de iluminador. Se imaginaba que la noche no podía ser noche sin su luz, creía que ésta era la única estrella a flor de tierra pero sobre todo a flor de agua, y hasta se hacía la ilusión de que su clásica intermitencia era el equivalente de una risa saludable y candorosa.
Así hasta que en una ocasión aciaga se quedó sin luz. Vaya a saber por qué sinrazón mecánica el mecanismo autónomo falló y la noche puso toda su oscuridad a disposición del encrespado mar. Para peor de los males se desató una tormenta con relámpagos, truenos y toda la compañía. El faro no pudo conciliar el sueño. La espesa oscuridad siempre le provocaba insomnio, además de náuseas.
Sólo cuando al alba el otro faro, también llamado sol, fue encendiendo de a poco la ribera y el oleaje, el faro del cuento tuvo noción de la tragedia. Ahí nomás, a pocas millas de su torre grisácea, se veía un velero semihundido. Por supuesto pensó en la gente, en los posibles náufragos, pero sobre todo pensó en el velero, ya que siempre se había sentido más ligado a los barcos que a los barqueros. Sintió que su reacio corazón se estremecía y ya no pudo más. Cerró su ojo de modesto cíclope y lloró dos o tres lágrimas de piedra
Rincón de faros
En este rincón compartiremos contigo todo lo que tenga que ver con faros: fotos, datos, cuentos, poesías, frases, nuestra colección de faros y todo lo referente a ellos que encontremos. Todo para rendir homenaje a esas guías. Si te gustan los faros este es tu sitio.
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